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¿Pasado y futuro serán iguales?

Por: Alfredo Coronel Zegarra Guzmán Barrón

11 de diciembre de 2025

Si creemos que las cosas cambiarán, entonces, ¿por qué seguimos haciendo lo mismo? Si nadie conoce el porvenir, ¿cómo es que los datos de ayer nos dirán lo que sucederá mañana?

Es cierto que predecir lo que vendrá será posible en aquellos casos donde sabemos o esperamos que ambos sean idénticos. Por ejemplo, al soltar un objeto este caerá al suelo, al sumar dos más dos obtendremos cuatro. Pero, ¿los clientes que compraron mis productos el año anterior, lo seguirán haciendo el próximo? Y si lo hacen ¿lo harán en la misma cantidad?, ¿estarán dispuestos a pagar lo mismo?, ¿los competidores se comportarán igual, no buscarán modificaciones? En suma, las variables no permanecerán estáticas y su trayectoria es una incógnita.

La posibilidad de atinar es, pues, limitada. Así, qué tal si en lugar de confiar sin dudas en las simulaciones hechas con números del pasado, nos concentramos en analizar las conjeturas empleadas para calcular las proyecciones. ¡Explicitemos los supuestos!

En economía se usa la expresión “ceteris paribus”, es decir “si todo permanece constante”, lo cual es inexistente en el mundo cotidiano. También, los modelos matemáticos aplicados a las “ciencias” administrativas introducen variables ficticias que imitan lo desconocido y se les asignan valores y así tratan de eliminar “las distorsiones”. El problema es que la realidad no funciona como los patrones. ¿El contexto se equivoca al no ajustarse a lo especificado?

Todos somos ignorantes respecto a lo que acaecerá en la mayoría de campos, en particular en los relacionados al quehacer humano. Los negocios no son la excepción. Si quisiera analizar la historia y aprender que hice bien o mal y cómo podré mejorar, es válido. Sin embargo, si quiero resolver en qué invertiré, no basta. Lo acontecido es conocimiento por sistematizar, no una predicción.

Recurrir a las cifras previas para estimar el futuro carece de sentido, a menos que juzguemos que serán análogos. La innovación difícilmente ocurre si estamos dispuestos a aceptar que nada se alterará; ello va contra su naturaleza. Poder decidir se vuelve, de esa forma, una cuestión de evaluar las preguntas y premisas que subyacen a nuestros resultados. Indagar cómo es que las cosas podrán pasar de la manera predicha es el asunto. Qué combinaciones de hechos deberían coincidir y más importante aún, qué razonamiento justifica dichos argumentos.

Con eso en mente podremos avanzar. No significa que acertaremos, solo proponemos dejar de hacerlo a ciegas o engañados por fantasías. Cualquier especulación será ilusoria, esforcémonos en tenerla mejor sustentada.

Saber si lo que imaginamos o soñamos pudo ejecutarse y si las elecciones realizadas fueron correctas se convierte en algo que averiguaremos posteriormente. Mientras tanto, asegurémonos de consolidar certera y lógicamente nuestras hipótesis y esto nos ayudará a que fallemos menos estrepitosamente.

 

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